Eva Vázquez, Profesora de FP y acompañante de jóvenes en la búsqueda de su identidad.
Experiencias de aprendizaje en aula con adolescentes para el descubrimiento de su humanidad
Claves para trabajar con estudiantes sin ganas de estudiar ni de vivir. Cómo ayudarles a encontrar su chispa para que arranquen el motor de sus vidas.
Nuestros adolescentes, hoy, como en cada época, buscan encajar en un mundo que no entienden, y conviene saber acompañarles desde su microvisión, para conducirles al descubrimiento de un cosmos de sentido y posibilidades.
La adolescencia es un periodo muy difícil. Dejamos atrás la infancia y nuestro mundo de juegos y diversión. Empieza a construirse nuestra identidad; nos sacudimos la imagen que nos han proyectado los demás hasta el momento; luchamos por compensar nuestra inseguridad interna con la suficiencia que mostramos; y desplegamos la rebeldía en sus diferentes modos de expresión. En definitiva, estamos a todas horas a la gresca con los adultos, que poco o nada comprenden nuestra transición y parecen haber olvidado las luchas que ellos algún día también tuvieron que transitar.
Si a todo lo anterior le añadimos el fracaso escolar, preparamos un suculento cóctel para que la frustración juvenil eleve su intensidad hasta unos preocupantes niveles de riesgo. Si no se encuentra la llave del peligroso y laberíntico escape room en que habita una gran cantidad de jóvenes, se abre la puerta a su extravío definitivo. En la etapa presente, la etiqueta de “adolescente con problemas”, para referirnos a un colectivo reducido de jóvenes con dificultades para encajar en nuestro sistema educativo, ha quedado obsoleta. Este término podría ahora hacerse extensivo a un grupo numeroso que lucha por encajar y encontrar su sitio en el mundo. Cada día crece en más chavales la sensación de que la vida les defrauda, que es un sucederse loco de acontecimientos absurdos que les provocan infelicidad.
Las estadísticas son escalofriantes: el suicidio es la primera causa de muerte de jóvenes y adolescentes de entre 12 y 29 años, según el Centro de Investigación Biomédica en Red[1]. Se observa un aumento significativo del número de suicidios en jóvenes, que no es producto exclusivo de la aparición de la pandemia, sino que se deriva del ciclo creciente de mortalidad por suicidio en España que comienza en 2018[2].
¿Qué les pasa? Esa ausencia de sentido es un arma de destrucción masiva. Hay una serie de ingredientes que pueden conducir a ello: la facilidad extrema para obtener recursos, las infinitas posibilidades de elección que tienen ante sí, el acceso ilimitado a información, la acomodación más absoluta como modo de vida. Todo esto abre la puerta al aburrimiento vital; a la apatía y la desmotivación . Apreciamos estos síntomas en un número cada vez mayor de adolescentes.
Es urgente abordar las problemáticas descritas. La nueva ley de Formación Profesional introduce cambios en la estructura curricular, y nuevas posibilidades, que pueden dar cabida al desarrollo de módulos que respondan a la necesidad de acompañar a los chicos en la búsqueda del sentido. Este es un asunto clave: que encuentren el sentido de sus vidas, mientras se preparan para iniciarse en una profesión, a la que, por cierto, sería ingenuo pensar que con certeza vayan a dedicarse toda su vida.
Nos detenemos en la idea anterior: que el proyecto es su vida; no que su “vida” sea su proyecto (entendiendo por vida la formación o la profesión que circunstancialmente asuman). Formamos a los jóvenes para que pasen a integrar un sistema al que a lo mejor no desean pertenecer. Sin embargo, no les damos opción. No les permitimos elegir, por mucha optatividad que se haya insertado en nuestras leyes educativas de los últimos años. Y esto es grave. Muy grave y naive. Estamos obviando las señales de peligro que nos llegan de la realidad de los jóvenes. Claro que hay que formarse, trabajar y realizar una contribución interesante a la sociedad; pero esto sólo es posible cuando uno sabe quién es. Y si además está bien formado, mejor que mejor. La pretensión contraria es absurda: jóvenes con una formación académica impecable, con unos puestos profesionales de renombre y proyección, pero que no se conocen y no han descubierto los mimbres humanos que sostienen la estructura, trabajarán a destajo durante los primeros años que coticen, subidos a la escalera mecánica del éxito social, pero posiblemente llegará el momento en que se planteen si verdaderamente ese era su proyecto de vida o no. Quizá su “despertar” podría haberse producido antes, pero no hemos sabido ayudarles a descubrirlo. Y tal vez sea demasiado tarde.
Llevo varios años desarrollando un programa de tutorías entre alumnos de Formación Profesional, que se ha probado de enorme impacto y eficacia, a juzgar por la valoración cualitativa que realizan los propios estudiantes. Se llama Feed the Flame y su sentido y propósito es precisamente el apuntado por su título: alimentar la llama de sabiduría interna que habita en el fondo de cada joven corazón, dotar a estos adultos en progreso de herramientas humanas que les permitan indagar en su interioridad, para hallar las claves propias que les conduzcan a su felicidad y a su proyecto.
Una reflexión y aclaración: no siendo psicóloga, mi intuición me guía de un modo incontestable. Dicho esto, mi reflexión es la siguiente: cierto que hay mucha patología mental en esta sociedad que hemos diseñado. No hay duda de que los perjudicados de estos engranajes son los más jóvenes. ¿Cómo ayudarles a adquirir responsabilidad en la sanación de esta humanidad? Mi propuesta basada en esta conciencia intuitiva es partir de lo positivo y saludable que hay en cada ser humano. No partir de lo enfermo, sino de lo sano, de lo mejor de cada uno. Mi apuesta y metodología se basa en acompañarles para que descubran sus talentos, los conozcan bien y aprendan a manejarlos. En esta cultura nuestra, que resalta el defecto antes que la virtud, que penaliza la autovaloración, que la califica como vanidad, es difícil abrirse paso con una propuesta de este estilo, pero por fortuna, ya hay muchos adultos que reconocemos estas claves como decisivas para provocar un cambio.
En las dinámicas Feed the Flame, los alumnos son invitados a compartir sus respuestas a las preguntas que les planteo. El inicio de este hilo de preguntas que se va desarrollando a lo largo del curso, se inaugura con una crucial: ¿quién soy yo? A partir de ahí podríamos pasarnos semanas recogiendo las inteligentes afirmaciones que contienen sus respuestas.
Terminaré este post con la descripción de esos jóvenes rostros que reciben una pregunta como ésta. Su belleza se incrementa y se vuelve expresiva. Asoma una luz en esos ojos que a veces adquiere la forma de un brillo húmedo. Se aprecia su mirada perdida por unos instantes, en medio de un silencio cálido que acoge el eco de esa cuestión. ¿Quién soy yo? De repente, se ha prendido una chispa. Se ha encendido una luz. Una pequeña llama vacilante cobra vigor con la chispa que esa pregunta ha encedido. Una pregunta nueva, que nunca antes se habían hecho. Una oportunidad. Esta es una oportunidad única de conectar con su esencia; una ocasión para descubrir el ser que habita en la lozanía de ese cuerpo joven e inexperto. Pero lleno de verdad, de ansia de vivir y capacidad de amar.
Démosle voz, para que pueda responder.
2 https://www.ucm.es/suici di o-primera-ca usa-de-muerte-en-jovenes